domingo, 30 de mayo de 2010

VII Festival Mundial de Poesía (Parte I)

A veces quiero oír. Quiero confiar mucho menos en los ojos. Me gustaría encontrar a menudo un trecho abierto en el cual pueda caminar diez pasos al menos sin tropezar, con los ojos cerrados.
Mi fantasía en la cama es más sencilla y menos perversa que lo que la mayoría espera escuchar de mí: quiero que mi pareja me lea hasta que me duerma. Sí, Sherezade, te espero en el siglo XXI.
No es malo comer por los oídos… enamorarse de las voces… atender las inflexiones del tono… montarse en el sube y baja que insinúa lo escuchado.
Por esto suelo ir a los recitales… a comer. Procuro sentarme donde mis oídos tengan alcance cercano y directo con los protagonistas del encuentro: los poetas. Es decir, me aseguro de que llegue su voz al natural además de la mediatizada por micrófonos y cornetas. Y es que la poesía no nace en las manos que la escriben sino en las orejas del poeta.
El más reciente recital fue el del Festival Mundial de Poesía acá en la Isla durante esta semana. Asistí a dos de sus jornadas… la del martes y la del miércoles.
La primera hizo gala de la frase: “primero las damas” y sólo ellas. Lo mejor: una dama de habla inglesa que no leyó sino que dijo su poema, intitulado “I dance”; oírla y verla fue un lujo. No sé si su encanto radicó en todo el empeño que puso expresivamente para sortear las diferencias idiomáticas, pues su texto estaba en su lengua natal. Creo que sí. Complementariamente, una versión traducida (por otro poeta para tal ocasión) fue leída y apreciada de inmediato. Lo bueno: la presencia femenina indiscutible en la poesía hecha en Nueva Esparta. Lo mejorable: cierta recurrencia de estructuras tomadas de las plegarias cristianas (Padrenuestro, Diostesalvemaría…) que además se repitieron al día siguiente (no cuestiono desde el tabú sino desde el tedio).
El miércoles, acto inaugural, el ecuatoriano Iván Oñate y la costarricense Jeanette Amitt acercaron sus versos con nobleza y firmeza. La profundidad de Oñate relució otra cualidad (a veces olvidada) de la poesía: nace para ser escuchada… más que leída. Tinieblas y esperanzas ilustraron algunas de sus ideas. La poetisa Amitt nos propinó una sonora huella de la calma de su país con buenos poemas de tonos personales más bien intimistas.
La invitación es a cerrar los ojos.

domingo, 23 de mayo de 2010

Sirenas, ángeles y lo peor de la belleza

Mitología (VII) Sirenas, ángeles y lo peor de la belleza
La belleza, cuando no da vida, mata. Según innúmeros poetas, como Homero y Rilke, hay grados insoportables de la belleza... Se le atribuyen a seres que superan lo humano, bien sea por lo superlativo (divinidades) o lo mixto (híbridos). Estos son los casos de ángeles y sirenas.
La sentencia de Rilke dicta que “todo ángel es terrible”, tras haber en su elegía declarado que:
“La belleza no es sino el principio de lo terrible, lo que somos apenas capaces de soportar, lo que sólo admiramos porque serenamente prefiere no destrozarnos.”
Rilke explora esta visión con su buena solfa en alemán, en la primera de las diez Elegías de Duino. Sus aluciones a la sonoridad vital y rotunda toma cuerpo en sus “Sonetos a Orfeo”, es decir, sus elegías refieren el canto pero no cantan, los sonetos sí procuran la musicalidad. Hay que oírlos.
En cuanto a las sirenas, ellas sí conocían y aplicaban las virtudes del canto. Era tal melodía una alarma que muy pocos sabían traducir. Por algo se decía que las Moiras entonabas canciones con las sirenas cuando decidían el destino de los mortales.
Los marineros las veían sobre rocas inesperadas, bellas desde la distancia que parecían anular las femeninas voces. Ellos no soportaban el deseo y se arrojaban a lo incierto de sus brazos, ignorando que la hibridez de ellas consistía en mitad de humano y mitad de monstruo, siendo esta última la que los haría morir ahogados y felices. Ulises las oyó encadenado al mástil del barco, deleitándose.

viernes, 7 de mayo de 2010

Los hijos del Caos

La primera página de la mitología griega tiene al Caos como protagonista. Me gusta imaginarlo como un señor zurdo, siniestro (lo contrario a diestro). La ciencia de los griegos clásicos no alcanzaba a sospechar de los coacervados del caldo de Oparín, pero sí tuvieron que trazar una línea de partida, igual que muchas religiones que pretenden todas las respuestas del ser humano. El caos era el vacío y la apertura. Engendró a cuatro entes elementales: los tenues Día y Noche, y los extremos… y su imagen.

Luego se tiene al Cielo o Urano, posible hijo del Caos, hay varias versiones. Una de éstas propone que primero Gea (Tierra) vino del Caos... Luego se generó Eros (el amor, y en general la fuerza que atrae a las cosas entre sí). Gea sola sin elemento masculino genero para sí y a su medida a su amante perfecto: Urano, quien la cubrió y embarazó (se habla de los “abrazos brutales” del Cielo a la Tierra).

De ahí nació Cronos, el tiempo. Sobre este ente,personaje y abstracción, pensemos con Octavio Paz.

Del pasado no se sacan claves sino la pura inercia. Del futuro, la pura urgencia que anula al presente. ¿Qué tiempo le sirve al hombre como vector sin la ilusión de la trascendencia (o la mera esperanza) ni la fuente de la memoria?

La injusticia de ser: las cosas sufren unas con otras y consigo mismas por ser un querer más, siempre ser más que más.
Ser más pero desvinculado al tiempo y al otro. Ser solo. Ser poco.

Octavio Paz concientiza las pérdidas de imagen sin quedarse de brazos cruzados.

Él postula la poesía como respuesta factible. “Poesía: búsqueda de un aquí y un ahora”.

Sin embargo, su propuesta no puede basarse en la poesía sin una demostración empírica: el poema.

Cronos destronó al Cielo y luego su propio hijo, Zeus, hizo lo mismo.

La flor negra

Después de la muerte, las personas irían al inframundo. El nombre de este reino era Hades, “el invisible”. Los griegos lo consideraban a la vez un sitio y un ser (deidad): el más robusto de los varones que Cronos (el tiempo) engendró con Rea (la fluidez). Una de sus hermanas era Deméter, asociada a los ciclos naturales. Su hermosa hija, Perséfone, era una doncella entregada a la contemplación y goce del lado florido de la vida, el único que conocía (gracias a l madre sobreprotectora).

Una tarde, la damita vislumbró una bellísima flor negra en un valle. La atracción no fue normal… Apartada de su séquito de damiselas, corrió a tomar la flor, a cuyo contacto se abrió en la tierra una gran fisura por donde salió el robusto Hades, la tomó en rapto y se la llevó por la misma abertura telúrica, que de inmediato cicatrizó.

Perséfone pasó a ser entonces mujer de Hades y soberana de los infiernos. Sus ojos se perdían en las visiones que nunca sospechó: muertos, enfermos, ancianos, infelices, todos allí confinados. Tras semanas de angustia (por lo cual se secaban los campos y sembradíos) Deméter convenció a Zeus y éste le dijo dónde estaba la hija y facilitó su vuelta. Hades aceptó, pero persuadió a su esposa para que comiera de una granada. ese bocado la hizo eternizar su condición “inframundana”. Desde entonces durante una parte del año?Perséfone vive con mamá, quien sonríe (primavera y verano), y el otro lapso en el trono con su marido, mientras Deméter sufre (otoño e invierno).

La sinergia de las murallas

La obra de hoy es un largo relato de Franz Kafka. Se llama La muralla china, aunque a veces viene acompañado este nombre con términos cuya traducción suele ser “construcción”. La mejor versión en español de este cuento viene de la pluma de Jorge Luis Borges, quien hace que suene borgianamente lo kafkiano... o más sensatamente dicho, se descubre con esta narración una de las raíces o antecedentes de las inquietudes irresolutas de la literatura de Borges.

Empecemos por el cuento... Supongamos que la protagonista es la Muralla China. La muralla sería un personaje referencial para muchos (chinos) de la historia, pues la inmensidad de su edificación es desconocida y discontinua. No se sabe a ciencia cierta cuándo se culminará (acaso) toda la construcción. En el texto se oye la voz de un obrero, cuyo lugar en el mundo viene dado y honrado por su papel como albañil en el proyecto infinito. Porque incluso una vez acabado el gran muro, deriva de sí otros modos de infinitud: como contorno cerrado que rodearía la totalidad de China, pues quien la recorriera nunca conseguiría término ni comienzo: el círculo es un modelo de infinito, es el ciclo y la armonía. Otro modo de infinitud se basa en una sospecha... toda la muralla servirá de base para una construcción (realmente grosera) cuyo alcance apuntaría al cielo. La Torre de Babel, pero de la talla de China, un placentero delirio. Kafka rescata la obra arquitectónica para labrar otra imagen pesadillesca: sí, otra oscuridad, la del abandono de Dios.

Uno de los temas que aborda para tal tiniebla es la dicotomía hacer o pensar. Mientras más se piensa menos se hace, mientras más se hace, menos se piensa. Las autoridades prefieren a un pueblo ocupado y no un riesgoso grupo de pensantes... Recurramos a aquella idea de que para filosofar se necesita un “martillo mental”, es decir, filosofar es romper (con) alguna idea precedente (adentro o afuera) para poner otra en su lugar. Por eso todo ser pensante constituye una potencial amenaza para sí mismo, para el sistema y para el imperio... El imperio chino, para el caso del relato. El emperador ordena algo y es un honor ser el destinatario de una orden. La orden instaura el orden. Entonces, ¿por qué razón abandonamos nuestros hogares, el río y los puentes, la madre y el padre, la mujer deshecha en lágrimas, los niños sin amparo, y fuimos a la ciudad lejana a estudiar y nuestros pensamientos aún más lejos, hasta la Muralla que está en el Norte? ¿Por qué? La Dirección lo sabe.

El tema es la fe. La vastedad respalda la imagen de Dios, del Emperador, del Imperio, de la “Dirección”. Los caminos sin fin son la excusa para que lo que se pierda en el camino no tenga causa en el líder, sino en la grandiosidad de su dominio. Otra famosa paradoja: si a Dios le pedimos que haga una piedra tan grande que sea capaz de aplastarlo, y lo logra, ¿cómo reacciona el pueblo? O enfoca la piedra y se asombra por el milagro cometido por su Dios, desaparecido en su gloria... O enfoca la destrucción de ese su Dios y, aparte de la orfandad, el pueblo se identifica con la roca, la creación divina que sustituirá al demiurgo. Todo parecerá lógico.

Esa es una forma de fe. Dioses y líderes ya no se ven por allí, sino sus excrementos, con los cuales se puede hacer la obra humana que desde más lejos pueda ser identificada. Aunque sea un hueco.
Hay que leerlo.

A través de los laberintos

Híbridos, mezclados, nada puros. Esa es la característica que nos hace sumergirnos en el laberinto. Un lado animal y otro racional, aunque ninguno es peor que el otro, su combinación es la ponzoña que nos trastorna.

La historia del Minotauro comienza con una bella mortal llamada Europa, a quien Zeus rapta (adoptando la forma de un toro que emerge del mar) y la toma en una isla. En Rey Asterión la recibe ya embarazada con trillizos en su vientre, entre los cuales estará Minos. Al paso del tiempo, éste se vuelve rey y procura una prosperidad inusitada en la isla. Tanta... que se olvidó de dar gracias. Algún dios no soportó la ingratitud humana y lanzó una muestra equilibrada de justicia y advertencia a Minos. Poseidón, regente de los mares, mandó un toro semental que fecundaría a todas las vacas de la isla... pero luego habría de ser sacrificado.

Tal tarea se cumplió a medias.
Llegado el momento, Minos prefirió alardear del toro obsequiado por el dios y no matarlo. Como castigo, éste animal poseyó a su esposa, la bruja blanca Pasifae. A los nueve meses un crío con cabecita de cordero reveló la infidelidad. Ya ante el impulso de asesinarlo, el padre recibió otro mensaje. “No puedes matar ni encerrar o esconder a ese, tu hijo. De hacerlo, el castigo será mucho peor”.

Continúa...