miércoles, 11 de mayo de 2011

La fama indiscriminada



Cría fama y acuéstate… pero no a dormir sino a sostenerla…
Sí, horizontalmente.
El pasado marzo, la Tigresa de Oriente llegó a Venezuela para divertir, eso ni ella lo duda. Pero sabemos que la di-versión es verterse de otro modo, acomodarse en otra versión o perspectiva del mundo. Cuando he exhibido en mis clases el video de la Tigresa (porque en un módulo de Lenguaje Corporal que daba yo en medio del curso de Semiología de la Imagen, necesito enseñar ejemplos y contraejemplos, lo que se debe hacer y lo que no) lo que oigo es risas. Diez millones de visitas a este video musical (se llama Un nuevo amanecer, hay que verlo) avalan algo… ¿pero qué? Erótico no es, la canción no es buena ni la música rescata lo autóctono de la tradición peruana, belleza no hay ni chisme interesante (por enumerar algunos valores frecuentados para di-vertirse). ¿Entonces? La burla, lo cómico, nada raro.
Pero no es apropósito.
La historia de esta señora tiene su aspecto admirable y está siendo explotado por los medios (y por mí, ya lo leen pues). Era una maquilladora y estilista profesional de televisión que tuvo a los famosos ante sí y entre sus manos por décadas mientras cada una de las estrellas la convencía poco a poco de algo: ¡No hace falta talento! O no tanto, pues. La escalada a la fama la hizo, por supuesto, en la escalera mecánica del siglo XXI: Youtube (lo certifica Yasuri Yamilé). Los detalles se pueden encontrar en Wikipedia.
El caso es que la Tigresa -que además ha alegado (y públicamente, si no ¿para qué?) que Lady Gaga le ha plagiado el prístino aspecto felino- es la demostración más rotunda entre los recientes casos de que la fama es estar en el medio, más nada. Garras, melena, ropa poca y ajustada con animal-print de fiera y canciones para aleccionar (ahí se le sale su lado de abuela) han hecho de ella un personaje. No importa cómo es ella en la vida real, pero si acaso da demasiada curiosidad, el mismo Youtube facilita las entrevistas que Jaime Bayly en las que cierta inocencia aun se transluce en las respuestas de la vedette.
No dejemos a un lado otros ejemplos. Shakira no es muy diferente, todo el talento que desplegó mientras tuvo la cabellera morena ha ido eclipsándose o disimulándose entre los espejismos de su globalización rubicunda y ahora bailable.
Creo que lo que cambia es el despliegue del complejo de vulgaridad, quizás el peor complejo de esta era. Es terrible que desde que nacemos nos dicen que debemos superarnos. Entre eso y el “pecado original” ya nos declaran defectuosos de nacimiento, o al menos insuficientes de fábrica.
La pregunta es ¿por qué necesitamos tanto en re-conocimiento? Ya no queremos que nos conozcan sino que nos reconozcan. Ser figura pública, aun en detrimento de la personalidad, la libertad… y la edad. Hace poco un artículo de Umberto Eco en una revista sobre libros el tema y la idea era que antes al hombre le bastaba con que Dios (o su equivalente) lo reconociera, en el silencio, en la oscuridad. Ahora preferimos tener mala fama que ninguna. Las conclusiones salen solas.
No vemos más allá de la sombra y la felicidad sigue confundiéndose con diversión. Aplausos a los espejos.