domingo, 21 de abril de 2013

¿FLOJOS O PEREZOSOS?


Hace como siete años yo daba clases de español a británicos retirados en Paraguachí, y desde que entraban en confianza conmigo, repetían “lazy” para referirse a los nativos. Yo preguntaba por qué.
Cuando uno busca ese anglicismo en el diccionario bilingüe, se topa con que significa “perezoso” si es una persona, o “lento” si es un proceso. Ya se sabe que la pereza es uno de los siete pecados capitales y que según la Divina Comedia de Dante, es más grave que la lujuria (e imposibles de combinar  ambos deslices). Pereza es definida por la Real Academia así: “Negligencia, tedio o descuido en las cosas a que estamos obligados.” Me alerta la palabra obligación en esta, la primera acepción. Empiezo a sospechar que sin obligaciones… nadie sería flojo.
Pero la palabra flojo me interesa más porque viene del latín “fluxus”, cuya raíz es la misma de fluir, flujo y fluido. Por tal, le atribuyen el sentido de lo que tiende a líquido o blando, probablemente como algo negativo en tanto ello debiera de ser más sólido o ajustado. Hace poco una amiga me decía “Vamos a ver como fluyen las cosas” y me sonó floja, pero porque yo no detectaba voluntad en su sentencia. Es decir, yo no sabía lo que ella quería. Me doy cuenta de que lo flojo puede ser lo fluido en el sentido de lo adaptable, mas no lo dinámico. Yo soy yo y mi circunstancia, y eso da el derecho a flojear, pero también lo quita. 
Cuentan que en la Isla hace pocas décadas bastaba con que el padre de la familia trabajara medio día para mantener todo su hogar. La madre atendía la crianza de la prole porque no hacía falta que trabajara. Además, donde hay mar… hay comida, y estamos rodeado de eso. Ya la circunstancia es muy otra. Mis alumnos británicos me explicaban la diferencia tan obvia para ellos respecto de nosotros. En Europa, el ciclo de las estaciones hizo inteligentes a los humanos, pues tenían que tomar previsiones y acciones durante los meses de prosperidad para no desfallecer en el invierno, cuando escasea el alimento y el calor. Acá en el Caribe, siempre hay buena temperatura y árboles cargados de frutas y costas plenas de peces. Entonces recuerdo que alguna vez leí que el petróleo era la bendición para los venezolanos pero la maldición para Venezuela. Nos dio el derecho a ser flojos.  
Hay que trabajar.


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