I.
EL mundo no es exacto. No suelo confiar en quienes argumentan con números y datos fieles a las mediciones, estadìsticas y cronologías. Me importa muy poco cuando hablo de literatura en cuál año fue escrita tal obra y la ciudad donde nació el autor. Son referencias, un ancla para tener de dónde agarrarse para tocar fondo. Por supuesto que tales precisiones pueden ser necesarias para agrupar y comparar textos de una época, una región y cumplir con esas y otras funciones de los estudios literarios.
Pero (aquí va mi denuncia) aunque la literatura se puede estudiar (al igual que cualquier objeto existente en el mundo)… la literatura no se hace para ser estudiada.
II.
A veces pienso que el acto de la lectura es saboteado por la familia en estas latitudes tropicales. Sí. Cuando la esposa de X lo veía leyendo, ella le preguntaba “¿Por qué no quieres compartir?”, ante lo cual corría X a buscar otro libro para prestarle… Ella lo tomaba a chiste y luego le pedía que fueran a ver televisión con sus hermanos y madre. Me parece un gesto noble procurar la unión familiar, pero también es derecho y deber el cultivo espiritual (porque eso es el arte) y el recreo solitario. El grandísimo desprestigio que la muerte, la soledad y el silencio tienen en nuestra sociedad latina (cristiana) no nos ayuda a ser independientes ni valientes ni hondos. Creo que la buena literatura nos ayuda a generar nuestra propia perspectiva ante estas “tres Marías” maltratadas por la ignorancia, la superficialidad y el miedo que caracterizan a inciertas mayorías.
III.
Hace poco más de sesenta semanas apareció en el diario El Nacional el cuento ganador de su concurso anual en la fecha de su aniversario. Ganó Miguel Gomes (ya mentado en esta columna anteriormente). Quiero hablar de su cuento sin exactitud, es decir, con gusto. Lo leí en una sola sentada (como ha de leerse cualquier cuento) esperando la resolución del dilema del hombre que no sabe por qué llora su mujer… intriga que recorre el relato con suficiente humor y complicidad como para armar un túnel a través de típicas situaciones familiares. Un perro, los hijos y el sempiterno llanto de ella rondan y rodean al personaje eje del cuento que se desliga de política, erudición y rimbombancia para fluir a través de las lágrimas indetenibles y la infinita duda que el buen marido sostiene y comparte. Hay que leerlo.
Esta frase me gustó mucho:
ResponderEliminarEl grandísimo desprestigio que la muerte, la soledad y el silencio tienen en nuestra sociedad latina (cristiana) no nos ayuda a ser independientes ni valientes ni hondos.
Tan sacrílega y verdadera!
EB