Margarita se está pareciendo cada vez más a París, a Nueva York y (ni modo) a Miami. ¿En qué? Sin más vueltas: en la gente. No son, pero son de allí. Lo que menos se ve en París es gente parisina (autóctona). ¿Y neoyorquinos en Nueva York?, nativos... pocos. Están llenas de gente del mundo estas cosmópolis; sin embargo, sus habitantes son de allí, claro que sí, aunque vengan de lejos. Nuestras esencias se fundan en la fusión: somos mezclas… somos criollos. Y así estamos en Margarita.
Criollo (de la palabra criar) originalmente resaltaba la cualidad de quien trae raíces de otro lado, pero se ha criado aquí. Ahora decimos criollo para insistir sobre lo vernáculo, lo venezolano o lo margariteño, como lo puro, pues. No es lo mismo, pero ya es igual.
Francisco Suniaga, buen asuntino, a través de su novela “La otra isla” (2005, OT) nos procura como (co)lectores suficientes contrastes como para observar y replantear lo que entenderíamos por “margariteño”. Por algo tenemos dos palabras propias para categorizarnos: “ñero” y “navegao”, y faltaría un tercer tipo (o más). Los ciudadanos de Margarita somos más semejantes a un coctel que a un licor puro.
“La otra isla” es movida por personajes que resaltan su diferencia originaria y su progresiva semejanza en la medida en que permanecen (decididamente) en la Isla y conviven con sus pobladores. Los casos (así, plurales) de los extranjeros son ilustrados en la novela. Está el típico que viene del invierno y se queda seducido por el Caribe. Mas también presenta la otra clase, la de aquél que encuentra en la ínsula lo primitivo y anárquico en exceso… ese mismo foráneo que ni siquiera intenta aprender un par de palabras en spanish. Hay una tercera especie… el que se vuelve loco tropicalizando su desafuero o disciplinando su “buen salvaje”... éste es el que muere (en la novela). Cada uno sirve como color de contraste. Por algo esta colección se llama “Hoy la noche será negra y blanca...”
Es publicada en Caracas por Oscar Todtmann (OT), distribuida, agotada y reeditada continuamente hasta el sol de hoy. Hay que mentar la dedicación a los gallos y galleros, como un “cuadro de costumbres” actualizado y sin tabú alguno. Hay más temas, personajes y 258 páginas de esta otra isla. Margarita desde adentro, ni mejor ni peor, sólo más real. Hay que leerla.
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