martes, 21 de junio de 2011

Arte en minúsculas


Mis últimos intentos de entender el término “Arte” han desembocado en el uso de letras minúsculas. Ese mismo que encontramos en “el arte de la buena mesa” y “el arte de amar”.
Porque cada vez que asisto a los espacios del “Arte” me hago la pregunta de por qué cada vez me gustan menos obras de las que encuentro exhibidas o en venta (y es fácil esta diferencia).
Creo que prefiero cierta ingenuidad para argumentar lo elemental… del Arte lo que me gusta es un par de cosas: la verdad y la belleza. Ojalá sean lo mismo.
De la verdad me gustan sus versiones. La ilusión de su acceso… Cuando leo no me da por la recreación de mundos alternos, sino por la propensión a entender este en el que vivimos desde otros ojos y otras pieles.
“Saber ver” era el título de un capítulo de un manual de dibujo que de niño rondé. Me parece que encierra en sí una clave sobre la consciencia contemplativa y la contemplación consciente. Pero también espero que pueda practicar el “sentir ver”, pues el ansia de interpretación y la poca paciencia hacen que la sensación se escurra con tanta levedad, que creemos necesitar muchas sensaciones o más fuertes.
Para todo artista (y todo exégeta) el modelo es el mundo y la sustancia es la vida. Quizás la variante sea cuánto y qué del mundo de observa e imita… y cuánto y qué de la vida tomamos y damos.
Al arte a veces le basta con ser medio y con abrirnos los ojos y demás sentidos. Concluyo con palabras de R. M. Rilke de las “Cartas a un joven poeta”, aquellas con las que aconseja de dónde tomar motivos para la escritura:
“Recurra a los que cada día le ofrece su propia vida. Describa sus tristezas y sus anhelos, sus pensamientos fugaces y su fe en algo bello; y dígalo todo con íntima, callada y humilde sinceridad. Valiéndose, para expresarse, de las cosas que lo rodean. De las imágenes que pueblan sus sueños. Y de todo cuanto vive en el recuerdo.”

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