domingo, 6 de junio de 2010

Poesía, narrativa y asombro

Quizás la poesía no sea bien vista… ni bien oída últimamente. Parece que la narrativa es la favorita porque es más natural: si algo hace el ser humano con el leguaje verbal es “echar” cuentos. En términos darwinianos, es lógico darle prioridad a la narración, pues para la supervivencia del hombre como especie, a éste le sería conveniente relatar, por ejemplo, la cacería o la batalla (secuencias de hechos, por lo tanto, cuentos) y trascender algunas historias como enseñanza y legado entre generaciones. Ese tema da para mucho, pero partamos de que es más útil narrar que poetizar.

A la poesía la defienden de mejor manera los propios poetas y sus poemas.

Por un lado, el lenguaje es invento humano, como todo arte. Eso ya implica un alejamiento de lo natural, aunque sintamos como naturales los impulsos de decir cosas o la necesidad de escuchar ciertas frases. Como buen invento, su mecanismo viene figurado por la mano del creador y la función que procure su “existencia”. Según Octavio Paz, en varios de sus textos y en especial uno de El arco y la lira: “La revelación poética”, el poeta es un usuario del lenguaje que revela y rinde tributo a este objeto desde el asombro. “El poetizar brota también del asombro y el poeta diviniza como el místico y ama como el enamorado”. El poeta es más consciente de la violencia y el milagro que trae cada palabra. Violencia porque sustituye y desplaza a lo que nombra; milagro porque hace que aparezca lo que no existía.

Por otra parte, lo mejor que se puede hacer por la Literatura, ya con mayúscula, es escribir para crear; por supuesto, después de empezar a recorrerla, no histórica sino textualmente. Lo irrepetible y valioso de ella radica en sus vástagos: poemas, relatos, novelas, dramas, algunos ensayos… Es cierto que la crítica, la historia y en general, cualquier establecimiento de relaciones de los textos (pues eso es lo que hacen estas auxiliares: ayudar al lector a enlazar los textos entre sí, con la vida del autor, con el contexto social, con la recepción, etcétera) hacen falta, pero son secundarias, y además el mismo lector está en capacidad de procurar tales puentes a la medida de sus posibilidades y (ojalá) de sus necesidades.

Fábula (extracto)

Una mujer de movimientos de río
De transparentes ademanes de agua
Una muchacha de agua
Donde leer lo que pasa y no regresa
Un poco de agua donde los ojos /beban
Donde los labios de un solo sorbo /beban
El árbol la nube el relámpago
yo mismo y la muchacha.
Octavio Paz

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